La respuesta es sí, sin ninguna duda: en unos años —más bien en unas décadas— todos podremos convertirnos en turistas espaciales. Habrá que pagar, claro, pero como pagamos por el billete de un autobús o por alojarnos en un hotel. De hecho, varias empresas privadas se hallan desde hace años en una vibrante carrera espacial por controlar un sector turístico que maneja previsiones de rentabilidad multimillonaria. ¿Y es que quién no ha soñado con viajar al espacio?
28 de abril de 2001. Dennis Tito, con 60 años, está a punto de convertirse en la segunda persona de más edad en ponerse en órbita. Pero no, Dennis no es una astronauta. Es un millonario neoyorquino con un pasado como ingeniero en la NASA que siempre soñó con viajar al espacio. Y previo pago de 20 millones de dólares a Roscosmos, la agencia espacial federal rusa, Dennis subió a la mítica Soyuz TM-32 y puso rumbo a las estrellas. No llegó tan lejos, pero permaneció ocho días en la Estación Espacial Internacional. A volver a la Tierra, eufórico, y con la manzana de Newton en la mano que usó para «probar la gravedad» declaró: «Vengo del paraíso».
A pesar de las protestas de otros países, especialmente de Estados Unidos, la aventura estelar de Dennis Tito marcó el principio de una carrera espacial muy diferente a la que enfrentó a la URSS y a los estadounidenses desde los años 50. Ya no se trata de poner un hombre en órbita o de clavar la bandera en la Luna. No se trata de prestigio nacionalista ni de (solo) progreso científico. Se trata de ganar dinero ofreciendo a todo el que lo pueda pagar el viaje más alucinante de todos.
En este sentido, no deja de resultar elocuente que el primer turista espacial haya sido un norteamericano en una nave rusa. ¿Os imagináis que la URSS hubiese puesto a un californiano en el Sputnik? ¿O que el Apollo XI hubiese sido pilotado por un astronauta moscovita? Los tiempos cambian y el turismo espacial se deja de banderas y solo piensa en una cosa: ser rentable.
Roscosmos y su Soyuz fueron durante los primeros años del siglo XXI los que marcaron la pauta del turismo espacial. Los turistas viajaban en la nave rusa junto a astronautas profesionales y pasaban unos días en la ISS. Pero las cosas se empezaron a complicar en 2008 y al año siguiente la agencia rusa canceló de forma temporal el proyecto mientras anunciaba una Soyuz turística para 2011… que nunca vio la luz pese a que este año 2019, en virtud de un acuerdo con Space Adventures, las autoridades rusas han asegurado que para 2021 volverá su programa de turismo espacial.
Tal y como sucedió en la carrera espacial del siglo XX, los estadounidenses empezaron tarde pero ya han tomado la delantera. Son tres las empresas que se posicionan como las grandes esperanzas del sector para los próximos años: Blue Origin, fundada por Jezz Bezos de Amazon, Virgin Galactic, de Richard Branson, y SpaceX de Elon Musk.
Actualmente, es Blue Origin el proyecto que mejor pinta tiene si hablamos de poner a turistas en el espacio de forma regular. Jeff Bezos quiere apadrinar el primer sistema de turismo suborbital de la historia y para ello ha invertido miles de millones en su proyecto New Shepard que a finales de 2017 daba un salto de gigante al llevar la cápsula Crew Capsule 2.0 al espacio… con un maniquí de nombre Skywalker.
Tanto Bezos como sus colegas Branson o Musk tienen una gran experiencia empresarial y son conscientes de que en esta carrera espacial no solo se trata de ser un soñador, sino, sobre todo, de parecerlo: no tienen reparo en adornar todos sus proyectos con innumerables referencias populares y grandilocuentes.
Pero esto es serio y detrás de toda la parafernalia marketiniana están muchos de los mejores ingenieros, científicos y pilotos del mundo. Y algunos de ellos pierden incluso su vida por la causa, como sucedió tras el accidente de la VSS Enterprise de Virgin Galactic el 31 de octubre de 2014. Era el cuarto vuelo propulsado y uno de los dos pilotos de la aeronave falleció tras la colisión.
Aquel fue un durísimo golpe para Virgin Galactic y para el resto de proyectos vinculados al turismo suborbital. Y es que la firma de Branson se había erigido en el faro del sector tras la desbandada de los rusos. En 2004, el dueño de Virgin fundó su empresa galáctica y en 2008 presentó el primer diseño de la SpaceShip Two. Tras varios años de moderado éxito, llegó el fatal accidente de 2014 y Virgin tuvo que replanteárselo todo. Incluso se temió por el final del programa, pero el 13 de diciembre de 2018 la SS2 resurgió cual ave Fénix e hizo su primer viaje suborbital. Y es que no es fácil doblegar a Richard Branson, sobre todo cuando siente que Jeff Bezos o Elon Musk le están tomando la delantera.
Mientras que el asiento en la aeronave de Virgin está en unos 250.000 dólares, el dueño de Amazon aun no ha puesto precio a su reserva espacial. Pero su proyecto va viento en popa, o así es como lo vende siempre que hay un micrófono delante. Este pasado mes de enero el New Shepard completó su décimo vuelo suborbital y la cápsula con Skywalker aterrizó en la Tierra sin consecuencias después de haber permanecido unos 8 minutos en vuelo.
Por su parte, Elon Musk y su SpaceX no quiere quedarse atrás en la carrera por el turismo espacial. Elon ya ha declarado en numerosas ocasiones que su plan pasa por «morir en Marte». Efectivamente, SpaceX va muy en serio con sus proyectos espaciales y algunos de sus cohetes reutilizables como el Falcon 9 han supuesto una verdadera revolución en el sector. La empresa del fundador de Tesla ha devueto la fe a muchos aficionados a la astronomía y ha supuesto un estímulo para los proyectos institucionales de la NASAdemostrando que el futuro de la conquista espacial pasa por una estrecha colaboración entre organismos de financiación pública y empresas privadas.
Yusaku Maezawa, un multimillonario japonés ya ha reservado plaza para el primer viaje turístico a la Luna, que se prevé despegue en 2023. Aunque como siempre sucede con cualquier proyecto espacial, esta fecha es tan solo estimativa.
Con todo, en varias décadas, una vez que se perfeccione el sistema, los viajes suborbitales empezarán a estar disponibles a precios un poco menos escandalosos. Y tal vez, algún día, el ser humano no solo vaya de turismo fuera de la Tierra, sino que establezca su residencia en otro planeta. El futuro de la humanidad depende de ello, no lo olvidemos.
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