Ante sus imponente paisajes, es imposible evitar deslizarse en kayak frente a enorme icebergs azules y blancos a la deriva cerca del puerto. Pasearse entre las coloridas casas y marchar en la naturaleza sobre la nieve también son populares actividades que ningún turista resiste.
Las divisas de los turistas constituyen una fuente de ingresos importante para la comunidad local, en complemento a sus actividades de pesca y caza que se practican aquí desde hace siglos.
El turismo aumentó en Groenlandia un 10% anual entre 2014 y 2017 y un 3% en 2018, según la oficina de turismo Visit Greenland.
Sus glaciares, icebergs y fauna la han convertido en un lugar popular para los amantes de la aventura y la naturaleza. Incluso si muchos de ellos llegan en avión, los cruceros constituyen una alternativa para descubrir el litoral.
Con un supermercado, un aeropuerto construido en los años 1950 en plena Guerra Fría por el ejército estadounidense para ocuparse de una base radar, y un puerto rodeado de coloridas casas de madera destacando sobre colinas alrededor de un fiordo, Kulusuk ha quedado anclado en la historia.
Al igual que muchas regiones de Groenlandia, la isla no tiene ninguna ruta pavimentada y los visitantes tienen que llegar por avión o por barco. Las excursiones desde Reikiavik a Kusuluk en barco de un día de duración durante la temporada alta estival, en julio y agosto, cuestan unas 97.000 coronas islandesas (unos 770 dólares).
La isla tiene un solo hotel, cerca de un fiordo, con treinta y dos habitaciones. Desde el comedor, pueden verse pequeños icebergs a la deriva.
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El territorio sigue recibiendo una subvención anual de Copenhague, estimada en 535 millones de dólares en 2017, pero algunos ven en el turismo como una forma de volverse autosuficientes.
Hasta el presidente Donald Trump se mostró tentado por sus recursos naturales y su creciente importancia estratégica. En agosto anunció que quería comprar Groenlandia, una propuesta que dejó estupefacto al reino danés.
Más allá de estas cuestiones, lo que sí es cierto es que el aumento del número de visitantes pone bajo presión a las infraestructuras de la isla, a raíz de la situación geográfica de Groenlandia, del clima y del costo de los viajes.
Turismo en desarrollo
El turismo se volvió vital pero “queremos intentar mantenerlo tal como está, para que no explote”, dice Jakob Ipsen, dueño del único hotel de la isla.
“En los lugares para acampar sin permiso donde antes estabas solo, ahora hay dos grupos a la vez”, afirma Johanna Bjork Sveinbjorndottir, que organiza visitas a Kulusuk para una empresa con sede en Islandia.
“Si quieres que la naturaleza sobreviva a esto, tienes que desarrollar las infraestructuras”, advierte, preocupada por el impacto de un alza insensata del número de turistas
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